DIÓCESIS DE SAN ANDRÉS TUXTLA

sábado, 1 de octubre de 2011

60, CICLO A, DOM XXVII ORD, LA PALABRA DE DIOS‏


LA PALABRA DE DIOS

En el evangelio nuevamente reaparece el tema de la viña. En este caso se trata de la parábola de los viñadores homicidas, responsables de cuidarla. Las primeras palabras son una referencia directa a Isaías 5, 1-7 en donde aparece el cuidado que Dios tiene por su vina, que es la Casa de Israel, ‘Dios esperaba justicia pero sólo encontró iniquidad’. En la parábola se dice que el propietario, o sea Dios: “La alquiló a unos viñadores y se fue de viaje”. Dios confía en quienes pone al frente de su pueblo, pero exige frutos. Por eso: “Llegado el tiempo de la vendimia, envió a sus criados para pedir su parte”, pero los viñadores los golpearon, apedrearon y a unos mataron. Tenemos aquí un resumen de la historia de Israel, antes de Cristo, que refiere todas aquellas veces que Israel rechazó a los profetas, enviados por Dios.

Finalmente, como sabemos por la historia, Dios envió a su propio Hijo: “Pero cuando los viñadores lo vieron, se dijeron unos a otros: ‘Este es el heredero. Vamos a matarlo y nos quedaremos con su herencia’. Le echaron mano, lo sacaron del viñedo y lo mataron”. Estas últimas palabras son una referencia directa a la muerte de Cristo, pues los judíos le echaron mano, lo sacaron de Jerusalén (del viñedo) y lo mataron fuera de las murallas de Jerusalén, en el monte Calvario o monte de la calavera.

En el diálogo con los sumos sacerdotes y los ancianos, Jesús provoca que ellos mismos se condenen: “Cuando vuelva el dueño del viñedo, ¿qué hará con esos viñadores?”. Ellos sin darse por aludidos le respondieron: “Dará muerte terrible a esos desalmados y arrendará el viñedo a otros viñadores que le entreguen los frutos a su tiempo”. Jesús concluyó: “Por esta razón les digo que les será quitado a ustedes el Reino de Dios y se le dará a un pueblo que produzca sus frutos”. Ese pueblo es la Iglesia, a quien Dios le ha encomendado, en esta etapa de la historia, su viña. La Iglesia sabe que lo sucedido a Israel es una advertencia para ella. Por esto debe estar firmemente apoyada es Cristo, el cual es la piedra viva, desechada por los hombres, pero elegida, preciosa ante Dios, en la cual también nosotros, cual piedras vivas, entramos en la construcción de un edificio espiritual, para formar un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, agradables a Dios por mediación de Jesucristo (cfr. 1 P 2, 4-5).

Hermanos, Dios también espera frutos de cada uno de nosotros. La gracia que él nos ha dado es un don y una misión que si no la llevamos a cabo es encomendada a otros que sí den frutos. Por eso dice Jesús en el evangelio: “A todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará” (Mt 25, 29). Que todos demos los frutos que Dios pide de nosotros. ¡Que Dios les bendiga!

+ Mons. José Trinidad Zapata Ortiz


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