DIÓCESIS DE SAN ANDRÉS TUXTLA

viernes, 19 de agosto de 2011

LA PALABRA DE DIOS (Mons. José Trinidad Zapata Ortiz)


54,Ciclo A,Dom XXI Ord,La Palabra de Dios



En este evangelio Jesús pregunta a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” A esta pregunta contestan lo que otros piensan: “Unos que eres Juan el Bautista; otros que Elías, otros que Jeremías o alguno de los profetas”. Es más fácil responder a esta pregunta. Pero, Jesús vuelve a preguntar diciendo: “Y ustedes, quién dicen que soy yo”. Jesús pregunta a todos, pero el único que contesta, “tomando la palabra”, es Simón Pedro. Pareciera que Pedro además de, a nombre propio, contesta en nombre de todos ellos: “Tú eres el Mesías, el hijo de Dios vivo”. La respuesta es brevísima, pero su contenido es fundamental porque se trata de lo esencial sobre la fe de Pedro y de los discípulos en la identidad de Jesús. Por estas palabras, Jesús dice a Pedro “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre que está en los cielos!”. En estas palabras vemos que lo que acaba de decir Pedro no es resultado de un razonamiento sobre la persona de Jesús, sino de una revelación, la fe es una gracia de Dios. Se cumple lo que Jesús había dicho: “Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños” (Mt 11, 25).

Jesús añade: “Yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. Estas palabras han derramado mucha tinta para explicar cuál es esa piedra sobre la que Cristo edifica su Iglesia. Ya los Padres de la Iglesia decían que no es Pedro, sino la fe de Pedro (San Agustín). Pedro no puede ser la piedra o el fundamento sobre el cual Jesús edifica su Iglesia, pero sí la fe de Pedro que tiene como fundamento la misma persona de Jesús y sobre el cual todos somos piedras vivas del edificio espiritual que es la Iglesia (1 P 2, 4-5), por eso dice san Pablo: “Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, siendo el mismo Cristo la piedra angular (Ef 2, 20).

También dice Jesús a Pedro: “Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella”. De manera que Pedro, por su fe, participa de la solidez de la piedra fundamental que es Cristo y por lo mismo está protegido contra los poderes del infierno. Por eso dice en su primera carta: “El Diablo, como león rugiente, ronda buscando a quien devorar, resistidle firmes en la fe” (1 P 5, 8). También afirma: “Yo te daré las llaves del reino del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”. El poder de atar o desatar es el poder de unir o separar de la Iglesia a los que profesan o rechazan la fe de Pedro. Esta unión o separación tiene su causa primera en la profesión o rechazo de la fe de Pedro; posterior a ello, viene la declaración oficial que nos une o separa de la Iglesia de Cristo. Hermanos, profesen la fe de Pedro. ¡Qué Dios les bendiga!

+ Mons. José Trinidad Zapata Ortiz

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